Alberto Hurtado Cruchaga (1901-1952) fue abogado y luego jesuita en Chile a partir de 1923. Al regreso de sus estudios en Europa, en 1941, escribió un libro valiente: “¿Es Chile un país católico”? Despertó las conciencias y dio que pensar sobre la necesidad de lograr una mayor cultura de la solidaridad y de la “amistad social” en su país.

Golpeado por la visión de una infancia abandonada en las calles de Santiago fundó en 1944 el “Hogar de Cristo” a partir de una profunda experiencia religiosa en la que vio a Jesucristo identificado con los niños sin hogar y con el pobre. El Hogar de Cristo desempeña todavía hoy una labor emblemática vital y social a la vez, a lo largo de todo el país y es sostenido únicamente con donaciones provenientes del mismo Chile. Sus palabras “Dar hasta que duela” tuvieron amplio eco en la sociedad. En 1945 Alberto Hurtado fundó la “Asociación Sindical y Económica chilena” en defensa de las personas trabajadoras.

En 1951, fundó e inició la revista Mensaje que desarrolla hasta hoy el pensamiento social cristiano con análisis que abarcan por igual a la sociedad, la cultura, la política y la Iglesia. En pocos años se convirtió en un hombre portador de esperanza por su fe, dinamismo y entusiasmo. Y también en un icono del humanismo y de la amistad social en beneficio de los jóvenes, pobres, ancianos y obreros.

Murió a los 51 años de un cáncer. Muchos lo lloraron. Pero la palabra hablada y escrita de Alberto Hurtado, y sobre todo su testimonio, han sido desde entonces “un fuego que enciende otros fuegos”. La breve oración que repetía durante su vida y poco antes de morir: “Contento, Señor, contento” se ha convertido en el mantra de muchos cristianos activos que trabajan en favor de la justicia, la paz y la amistad social.

Benedicto XVI lo canonizó el 23 de Octubre de 2005, estableciendo su fiesta litúrgica el 18 de agosto. El entonces presidente de Chile, Ricardo Lagos, lo declaró “un nuevo padre de la patria”.

Gabriela Mistral escribió con cariño sobre Alberto Hurtado: Duerma el que mucho trabajó. No durmamos nosotros, no, como grandes deudores huidizos que no vuelven la cara hacia lo que nos rodea, nos ciñe y nos urge casi como un grito. Si, duerma dulcemente él, trotador de la diestra extendida, y golpee con ella a nuestros corazones para sacarnos del colapso cuando nos volvamos sordos y ciegos”.

Más información en la web de la Fundación Alberto Hurtado

Luis de Diego SJ

 

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