Juana Josefa, Juanitatxo, nace en Andoain (Guipúzcoa) el 31 de mayo de 1845, hija de Juan Miguel Cipitria y Mª Jesús Barriola, familia numerosa, humilde y cristiana. Dificultades económicas llevaron a emigrar primero a la familia a Tolosa y después a Juana Josefa como sirvienta a Castilla.
En Tolosa, aún niña, en la Parroquia de Santa María, ante una imagen de Ignacio de Loyola, que tiene en sus manos las Constituciones, dice: “Santo mío, yo quiero hacer lo que dice ese libro”. Va descubriendo que el Señor la llama a la vida religiosa y ante una propuesta de matrimonio responde rotunda: “Yo, sólo para Dios”.
Buscó siempre la dirección espiritual de los jesuitas; en 1868 en Valladolid una nueva mediación: el jesuita P. Herranz; la espiritualidad ignaciana va configurando la personalidad de Juana Josefa. Herranz piensa en una nueva congregación religiosa ignaciana, dedicada a la educación cristiana. Juana Josefa tiene vocación religiosa, pero no sabe leer ni escribir castellano. El 2 de abril de 1869, rezando ante el altar de la Sagrada Familia en la iglesia del Rosarillo, Juana Josefa llega a conocer la voluntad de Dios sobre ella: fundar una congregación religiosa con el nombre de Hijas de Jesús, dedicada a la salvación de las almas por medio de la educación e instrucción de la niñez y juventud femenina.
El 8 de diciembre de 1871, en Salamanca, Juana Josefa y sus cinco primeras compañeras van a misa a la Clerecía. Por la tarde Herranz las anima a la confianza en Dios que las ha elegido y en la protección de María y les pide que acepten a la M. Cándida como Superiora.
El número de las Hijas de Jesús va creciendo, la Fundadora las instruye en el espíritu del Instituto con la ayuda del P. Herranz y del P. Bombardó y escribe Constituciones que expresen la inspiración recibida en el Rosarillo. Aprobadas por el obispo Lluch y Garriga en 1872, en sucesivas aprobaciones se suprimen elementos esenciales; la M. Cándida luchará por unas Constituciones que recojan el carisma, no pudo verlas; sólo las nuevas Constituciones, tras el Vaticano II, cumplirán ese deseo.
La llamada del Rey eternal resuena en la frase de la M. Cándida: “al fin del mundo iría yo en busca de almas”. Desde el primer colegio en 1874, en Salamanca hasta la segunda expedición a Brasil en 1912, la M. Cándida abre casas y colegios donde la educación cristiana llegue a todas las clases sociales.
El 9 de agosto de 1912 muere la M. Cándida, horas antes había manifestado al P. Munárriz que de sus 41 años de vida religiosa no recordaba ni un solo momento que no hubiera sido para Dios. El 17 de octubre de 2010, Benedicto XVI declaró santa a esta mujer que, con amor y confianza absoluta en Dios, siguió las huellas de Jesús en obediencia a la voluntad del Padre.
Mª del Pilar Linde fi