Esta breve expresión forma parte del argot de la espiritualidad ignaciana, sobre todo en el contexto en el que Ignacio estructura la oración en los Ejercicios. Con ella se indica el primer preámbulo de las meditaciones de la Primera Semana y el segundo preámbulo de las contemplaciones de la Segunda Semana.
En los Ejercicios la “composición de lugar” es asociada siempre a la “vista imaginativa” con la cual el ejercitante se prepara a realizar su ejercicio espiritual, constituyendo así uno de sus elementos originales. Pero hay que procurar no confundir este ejercicio de la imaginación con el que se hace cuando se contempla el cuerpo explícito de la oración pues Ignacio la presenta como paso previo al mismo. En los preámbulos la función de la imaginación es dar un cuadro de referencia sensible al desarrollo del ejercicio espiritual… Se trata de dar “cuerpo” al contenido del ejercicio. Es como si el ejercitante, que sabe el contenido de su contemplación, le pusiera con la imaginación un marco concreto, sensible colocándose él mismo en el interior de su creación subjetiva, como parte integrante de la escena, teniendo así un punto de referencia concreto para el desarrollo de su oración.
En la estructura de la oración ignaciana no hay que ver la “composición de lugar” como un simple medio sino como un recurso positivo para ser utilizado creativamente en la realización del fin propuesto en cada ejercicio. No hay que olvidar que va siempre unida a la gracia particular que se pide en cada ejercicio. Siendo fiel al preámbulo que contiene el ejercicio de la “composición de lugar” el ejercitante lo que hace es “encarnar” su oración, para evitar que se convierta en algo etéreo y sin referencias a la realidad.