El Diario espiritual de San Ignacio abarca solamente el tiempo transcurrido entre el 2 de febrero de 1544 y el 27 de febrero de 1545. Lo escribe para ir recogiendo las mociones o movimientos interiores –consolaciones y desolaciones, del buen y mal espíritu– que se van produciendo al discernir ante Dios cuál es su voluntad sobre el asunto de la pobreza institucional que ha de tener la Compañía de Jesús por él fundada.
Consistía en la alternativa de disponer o no de rentas en las casas de jesuitas ya formados, profesos y coadjutores. Dicho de una manera más clara, se trata de tomar una opción entre vivir exclusivamente de limosna, tal y como había decidido con sus primeros compañeros, o en algunas circunstancias poder tener rentas. El asunto era muy importante para la vida de la naciente Compañía y para su futuro pues de una decisión u otra dependía el buen ser de la misma.
Como es su costumbre, Ignacio apura hasta el fondo el método del discernimiento que él mismo había formulado en el libro de los Ejercicios para ir encontrando a través de él la solución a esta deliberación que se plantea. Para ello la expone todos los días en la celebración de la eucaristía esperando con paciencia –no exenta de tensiones y dudas- que Dios mismo le vaya mostrando su voluntad. Las mociones positivas, reflejadas en la abundancia de lágrimas que derrama a lo largo del proceso, se van mezclando con momentos de oscuridad, y hasta de escrúpulos provocados por su tendencia innata a un cierto perfeccionismo.
Y como sucede con frecuencia en las cosas de Dios, Ignacio encuentra mucho más de lo que busca lo que le hace ir pasando de sus experiencias ascéticas –lo que él pone de sí- a las experiencias místicas -o los dones y gracias que recibe de Dios-, como son la devoción o familiaridad con Él , el don de lágrimas y la locuela, la variedad de visiones y gracias trinitarias que recibe, así como la gracia de ir descubriendo la gran importancia que va adquiriendo en él la persona de Jesús para todo tipo de discernimiento y confirmación de lo que se busca.
¿Qué sucedió al final? Ignacio termina en cuarenta días la elección de no tener rentas en absoluto. Como queda patente, el proceso que fue recorriendo y que fue pacientemente anotando en su Diario es un ejemplo perfecto de cómo concretar en la práctica las sabias orientaciones que sobre los diversos modos o tiempos de discernir nos dejó en el libro de los Ejercicios. También se confirma así, una vez más, su gran convencimiento de que en las cosas de Dios no se puede dar un paso sin haber adquirido la destreza del discernimiento de su voluntad. De ahí que éste se haya convertido en un eje fundamental de su espiritualidad y él mismo siga siendo hoy en la iglesia un sabio maestro del que mucha gente aprende a encontrar la voluntad de Dios y hacer de ella el centro de su vida cristiana.
Puede verse una edición actualizada del Diario Espiritual de San Ignacio aquí.