La misión, “estar en misión” para ayudar a otras personas, constituye la identidad y finalidad de la Compañía de Jesús. Y el cuarto voto de “obediencia al Papa” que hacen los jesuitas tiene que ver con la disponibilidad para ser enviado en misión, es decir a trabajar en cualquier lugar o parte del mundo que el Santo Padre o el Superior considere más conveniente o urgente para colaborar en la misión de la Iglesia. Así se afirma en el corazón de las Constituciones, su Parte Séptima.

Hoy hablaríamos de una disponibilidad para “estar en las fronteras o ser enviados a ellas”. A los lugares o situaciones donde existe una mayor necesidad o dificultad, faltan trabajadores o en los que se espera obtener un bien mayor y más universal. Estas fronteras pueden ser motivo de una atención especial para los ignacianos, para los cristianos y también para toda persona sensible a cualquier necesidad urgente que se presente. Vivimos unos tiempos de gran movilidad humana y surgen voluntarios que buscan ayudar sin ser empleados de un gobierno, como los “médicos sin fronteras”…

Las fronteras pueden ser lugares geográficos, grupales o culturales difíciles de atender. Cualquier área o problema humano nuevo a donde es difícil llegar o acercarse porque es un mundo desconocido que nos saca de nuestra rutina. Situaciones que surgen lenta o imprevistamente y piden respuestas creativas y donde todos dicen que hay que hacer algo pero nadie sabe el qué ni el cómo. Hoy sería el preguntarse sobre cómo atender a los “excluidos” de nuestra sociedad, a toda esa multitud de migrantes y refugiados, etc.

Encontramos también “fronteras de profundidad” en todo trabajo. Por ejemplo, en la educación y cómo educar hoy, la parroquia, la familia, el mundo de la salud, los fundamentalismos, la corrupción y la política, las redes sociales, etc. Y sin ir muy lejos podemos encontrar “fronteras” en los problemas, personas y grupos, o tareas todavía no bien atendidas o descuidadas de nuestra propia familia o trabajo, en la experiencia de Dios…

Benedicto XVI recordaba a los cristianos en el 2008 la necesidad de acudir a las “fronteras de la evangelización”. Evangelizar hoy es un reto cristiano en nuestra cultura globalizadora. ¿Cómo se puede ir cristianamente a las fronteras, cómo estar ahí?

  • Teniendo como horizonte el Evangelio
  • Con el método del “discernimiento” ignaciano, un discernimiento sereno de los problemas y de la creatividad para afrontarlos
  • Con una fe “de primera mano” de encuentro personal con Cristo, con una mística. Sin mística no hay misión que dure o pueda superar el cansancio del camino y del caminante.

Se puede consultar la conferencia del P. Adolfo Nicolás SJ sobre la Reconciliación y el envío a las fronteras aquí.

Luis de Diego SJ

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