“Las Personas divinas son relaciones subsistentes, y el mundo, creado según el modelo divino, es una trama de relaciones. Las criaturas tienden hacia Dios, y a su vez es propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa, de tal modo que en el seno del universo podemos encontrar un sinnúmero de constantes relaciones que se entrelazan secretamente. Esto no sólo nos invita a admirar las múltiples conexiones que existen entre las criaturas, sino que nos lleva a descubrir una clave de nuestra propia realización. Porque la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad.” (Papa Francisco. Laudato si’, 240)
Y hoy lo que estamos descubriendo de forma cada vez más incontrovertible es que todo está relacionado, todo está conectado, todo es una trama de relaciones, algo que venían constatando tanto las intuiciones místicas como las tradiciones espirituales, entre otras, la cristiana. Los cristianos podemos confesar que el Universo es una asombrosa trama de relaciones porque el Creador es una amorosa trama de relaciones. Y esto no son teologías abstractas, a modo de incomprensibles rompecabezas intelectuales como se ha considerado a veces el misterio de la Trinidad, sino que tiene profundas resonancias e implicaciones tanto en la espiritualidad como en el comportamiento. Si realmente nos sentimos conectados con todo y con todos, si nos experimentamos como parte de una maravillosa Creación entrelazada, entonces nada nos resulta ajeno, pues lo que sucede a otras criaturas hermanas nos afecta como si nos sucediera a nosotros mismos. No es una cuestión de razonamiento –aunque éste pueda ayudar– sino de experiencia vital.
Los cristianos tenemos aquí una invitación a “madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad”, y a ofrecer al mundo esta maravillosa comprensión de nuestra identidad humana entrelazada con toda la Creación.